Allá, en un claro espejo,
donde las damas pasan el tiempo
crujiendo uniformes con sus pies,
muchos héroes esperaron la muerte
sembrando labios secos.
Pero yo aún estoy al otro lado del espejo
y lo contemplo nimbado
por nieve en polvo y acebo,
reflejando a la abuela muerta en la despensa
y al riñón del tío bajo las mantas
que participó activamente en campañas políticas,
mientras el órgano de Serge Gainsbourg
flota iridiscente entre sobrecamas herméticas y naftalina.
Después de treinta años,
he comprado un abrigo nuevo
y eso puede cambiar mi vida
porque busco en todas las cosas
el sentido del pulpo
y las flechas encendidas del desconsuelo,
abriendo caminos en la nieve
donde fluyen todas las sombras
de una mujer devota del Diablo,
cuando su máscara de barro
yace en tres pedazos en el suelo.
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