Cuelgo notas musicales en las palmeras,
el viento las interpreta
como partituras sinceras.
Entre pétalos de sombra,
un río amarillo fluye, caprichoso y elegante,
abriéndose paso por mi frente
como tostada caliente.
Y todas mis palabras van siendo perdidas
en un cosmos de sobacos,
mientras el pan y yo entramos en trance
y nos hacemos pedazos.