Un leve roce de fuego
y las mejillas ardiendo lentamente
en mi habitación espermática
donde el vaho y el vidrio masturban la carne vencida
derramando leche de estrellas sobre el horizonte.
Los escultores son troncos
chispas de polvo en la lengua de la reina
sobre mi cabeza de pupitre y gorriones.
Abro mis labios y beso a Emma
construyendo un piano de piedra,
sintiendo el chubasco en su boca
al filo del labio.
Quedamente, diviso la bruma entre sus senos
proyectando un péndulo desconocido,
engendrando pájaros entre las hojas de mi ducha.
Entonces cae un relámpago,
una lágrima de mantequilla
y suena el eco verde de un reloj parado
en medio del bosque.