VENDEDOR DE PROMESAS

 


Me asusta el tiempo, 

construiré una pantalla en el suelo entre los ramajes

para ocultar el tiempo y detener la prisa.

Y taparé mis oídos ante el vendedor de promesas con su aliento de fruta

y su voz suave de seda y amor.

Los caballos se agitan bajo el sol abrasador

y el vendedor lucha por mantenerse en pie,

en combate sobre la flor,

mientras las promesas flotan en el aire como polvo,

explicando sobre una extraña región de la que nunca volvemos.

Ven, siéntate a mi lado y escucha con atención,

hay un lugar oscuro y desconocido

donde la máscara del Diablo conduce a un abismo eterno.

Mi querido hermano en la desgracia,

no te dejes engañar por sus mentiras seductoras

y pisa un huevo duro delante del espejo 

y sus garras sombrías se delatarán,

pues la vida es un camino que se debe recorrer sin miedo.

No te asustes cuando un ángel inútil

descienda con el viento agitando sus faldas,

llegando desde el cielo en una tarde sombría y fría,

porque tienes que saber cómo cumplir tu deber

y no perderte en tu propia rutina.

No hagas caso de su sonrisa de plata con su voz de seda y amor,

el Diablo siempre dialoga y nosotros debemos guardar silencio.














LA REINA DEL TECHNICOLOR

 


El capitán de artillería,

una noche nublada sin los frenos de su corcel de hojalata,

saltó a través de la luna de queso

y aterrizó en un jardín de espejos rotos,

donde fue pasando lista a todas las mortadelas muertas 

sobre la vieja escalera mecánica del SEPU.

María Montez había regresado 

y los relojes se fundieron en un abrazo interminable.

El universo eyaculó sobre nuestras cabezas

y se relamió porque el sexo 

siempre sabe a mar en la alborada.

De repente, se originó un huracán 

y en el corazón del caos nació una semilla de esperanza, 

pero al huraño capitán la gente le molestaba, 

la presencia humana le incordiaba enormemente

y se refugió en un rincón oscuro y solitario,

iluminado por la Reina del Technicolor,

hasta transformarse en polvo y chispas de estrella,

arropándose con su abrigo de fuego.














LA BIBLIOTECA

 


La biblioteca es un santuario efervescente de vida, 

se alza ante mí como un templo cuyos muros silenciosos 

brotan sangre azul de unicornio.

Los libros se amontonan como torres gigantes

y el polvo flota en el aire formando un velo misterioso.

Los estudiantes van y vienen para algún día ordenar el mundo a su manera,

mientras otros permanecemos aquí, 

plantando nuestras raíces durante décadas.

El tractor se mueve lento pero imparable agostando metro a metro

y los personajes huyen de las páginas uniéndose a los vivos.

Aquí encontramos refugio

y aunque pase el tiempo, y el mundo cambie de dirección,

la biblioteca seguirá con sus vigías atrincherados.

Yo quiero robar el alma de aquellos que se llaman verruga 

y detener el tiempo, en un mundo que siempre avanza.

Tal vez sea una locura, pero en la biblioteca el tiempo se detiene

y si quieres robar el alma, debes buscar en cada estante 

donde el presente y el pasado se mezclan en la nada, 

venciendo el paso de los días y la vejez.

La biblioteca es un lugar de silencio,

del cual todos marchan tarde o temprano.

Pero yo siempre permanezco en la butaca junto al cristal,

con la lluvia empañando la mirada,

observando el mundo a través del vidrio,

como si fuera un espectáculo que no me pertenece.

La lluvia cae y borra el paisaje conocido

y los transeúntes apresurados se agitan

mientras yo permanezco en mi butaca, inmóvil y sin prisa.

Aquí no me siento solo, ni necesito que nadie me hable, 

sus silentes presencias me confortan 

con la unica relación social a la que aspiro.

Así que aunque todos marchen y la vida cambie sin cesar,

yo seguiré aquí, en mi butaca, junto al cristal.

Una vez hallé un libro viviente,

sus páginas temblaron y el techo se abrió

revelando un universo desconocido.

Los estantes se movieron 

y las letras se unieron creando un baile mágico.

La biblioteca cobró vida y nos envolvió.

Los estudiantes se transformaron en ratas royendo los abrigos,

mientras el caos reinaba y el tiempo se detenía

y las palabras ardían perdiéndose entre el humo y la destrucción.

Mas un sólo libro, raído y deshilachado, se salvó;

un ejemplar ochentero de Fragonard,

que la chica de gafas con lindos pies sostenía, 

mientras cabalgaba desnuda por la huerta de los ordenadores.

El sol brillaba sobre la hierba y ella galopaba con gracia,

pero un día su mirada se tornó triste 

y tras largos años, esperando unas palabras mías que nunca llegaron, 

abandonó el  jardín.

Y la Gran Ramera envió una pandemia y la biblioteca cerró por dos años.

Fue después cuando empecé a cruzármela en la calle,

paseando un cochecito de bebe junto a una señora mayor. 

El tiempo había avanzado para ella porque había abandonado el jardín 

y comprendiendo el misterio decidí regresar a la biblioteca

y el mundo entero pareció detenerse en la eternidad.

Regresé alli para estar solo en medio de todos

y cruzarme con los ciervos y sus miradas,

pero el alguacil, que apenas sabía leer, me dijo;

-"La chica de gafas, aunque estuviera prendada de ti, 

abandonó nuestro jardín y Dios la castigó.

Ella fue nuestra mejor doncella y te esperó durante años, 

pero tú la dejaste escapar con la serpiente.

Hijo mío, ahora has regresado a nuestro templo

y quizás ella tenga una vida, un hogar y una familia en el infierno.

Quédate con nosotros y busca tu lugar en el mundo,

cada libro es un bocadillo distinto,

esperando sobre los estantes llenos de ketchup".

La afeminada voz del alguacil 

me trajo el recuerdo de otra mujer madura y bella

 y esperanzado le pregunté;

-"Pero mi buen y analfabeto alguacil

¿dónde yace la pícara bibliotecaria pelirroja 

que mostraba desnudos sus talones sonrosados? 

Me gustaría hacer el amor con ella".

Pero el alguacil sentenció;

"Oh, permíteme decirte que eso no es posible,

pues la bibliotecaria es una persona respetable y honorable, 

cuyos cabellos han encanecido

y sus antaño prietas carnes se han ensanchado.

Ahora, sólo desea ordenar la sabiduría del templo. 

Debiste aprovechar la oportunidad 

cuando vuestra diferencia de edad no suponía una afrenta a la naturaleza 

y ella se sentía aún seductora y proclive a hermosas aventuras".

Una pena, pensé, 

porque dentro del zapato de la bibliotecaria pelirroja 

se escondía un mundo de criaturas diminutas.

Caminé por los pasillos de la biblioteca en silencio, 

con mi pipa de calavera,

observando a las bibliotecarias hechas de hojalata,

que recorrían los pasillos con pasos mecánicos

junto a los libros que solíamos compartir 

y ahora, lánguidamente, acumulaban polvo en las estanterías.

Los estudiantes se pasaban droga por debajo de las mesas,

mientras intentaban concentrarse en las páginas de sus apuntes.

A veces, tengo miedo de que un libro me muerda el culo

y poco a poco me convierta en él y mis huesos en hojas de papel.

Los estantes se alargan hacia el infinito,

como ramas de árboles que buscan el sol

y en la planta de arriba dormirán los ancianos empapelados con periódicos 

o los solitarios paranoicos 

socializando el perfume y la mirada sin hablar con nadie.

En la lejanía se oyen unos sordos tumultos,

gritos de guerra en las calles, identidades enfrentadas, 

dos serpientes custodiando el reino del Diablo 

en un juego de poder que no tiene fin.

Es mejor continuar aquí, en la biblioteca,

en la tranquilidad de la lectura,

indagando las respuestas y las dudas que unen el pasado y el futuro

en las páginas de los libros, para despedirse de todo lo vivido.

En la biblioteca solitaria,

ser hombre y despedirse del mundo,

un mundo que ya no conozco ni puedo comprender,

más allá del escenario de la mente, con la carne inventada 

a salvo de los cuerpos de la acera.



























EL BUEN MISÁNTROPO

 


Como el pato en el desagüe sabiendo que todo el mundo lo mira,

el sol se esconde detrás de las montañas conspirando contra mí.

Las sombras se multiplican y se peinan con mantequilla,

mientras la humanidad es una plaga que infecta todo lo que toca.

La luna se funde en un melancólico charco de estrellas 

y ese agua lunar es el agua de tu sexo.

Las nubes lloran lágrimas de pintura en el lienzo del cielo,

cayendo sobre los hombres que crean censuras en los medios.

Me gusta estar solo y en mi cabeza hay un huevo

que es el mayor demócrata del mundo,

pues desprecia a cada hombre y mujer por igual.

El sol es una naranja que llora un laberinto sin salida.

Soy el buen misántropo y no deseo el dolor de nadie, 

tan sólo ambiciono vivir lejos y en paz.

Las estrellas se funden en mi boca formando un nervioso pájaro negro.

El mundo seria un lugar hermoso si no fuera por la gente.

El corazón me late al revés cuando el mar me habla de antiguos sueños.

Soy el buen misántropo y no entiendo nada de lo que me rodea.

Los edificios son jirafas gigantes

y las flores labios silbando extrañas melodías.

La soledad es mi aliada, su silencio me susurra secretos cósmicos

y con una bicicleta estática aterrizo entre el polvo del planeta errante.

La gravedad me abraza como una madre

y en medio de la nada, encuentro la plenitud.

Soy el buen misántropo, bautizando con mi saliva el sexo de las estrellas.

La humanidad me ha decepcionado, ya no confío en ella.

Mi mente se adentra en misterios ocultos

y la humanidad se desvanece ardiendo lentamente.












Los Ochenta Ya No Volverán

 


En el bosque oscuro,

los zapatos colgados de la luna 

miran con envidia el brillo de las estrellas danzantes.

El universo eyacula galaxias que se expanden 

en un orgasmo cósmico desbordante.

Soy la tiniebla del reloj devorando el tiempo

con la ceguera de una lombriz en la fundición,

transformándose en dragón hasta volar al "Caracol" de los ochenta,

junto al perfumado fumador de pipa que rellena quinielas. 

Los ochenta ya no volverán;

el grano de la imagen se perdió,

pero su olor y su música siguen sonando en mi mente sin parar,

ausentándome del presente,

perdido en un tiempo de nostalgia que se fue.













EMMA ERA DALILA



La luna llena ilumina el camino,

los árboles crecen al revés en este mundo

y sus raíces se pierden en el viento

susurrando canciones antiguas.

Soy un hombre solitario con un clavo en la cabeza

y un manto oscuro hacia nuevos horizontes.

No temo a la dureza de la vida,

pues las rocas se convierten en suaves almohadas a mi paso.

Además mis lágrimas son cristales que se derriten al sol

y su sabor es dulce como la miel de las abejas.

El demonio habla un lenguaje secreto

e ilumina la noche con su brillo plateado.

¿Qué harias tú si supieras el secreto de mi fuerza?

Me bañaría en el fuego del sol y en el hielo de la luna

y volaría en el viento como un pájaro de luz,

porque soy un acordeón prensado por un molino

al ritmo de una melodía sin fin.

Emma era Dalila cuando al principio todo era oscuridad

y las sombras se alargaban como dedos fantasmales

guiándonos por el camino del misterio.

Ahora te he perdido y el mundo se ha convertido en un lugar pequeño,

en un bar solitario y sucio de farola anochecida.


















SUPER WEEN

 




Cada instante que vivo 

siento una fría sombra a mi lado,

una llave en el culo del zombie

derramando sus lágrimas sobre los muros.

En el patio la lluvia empieza a caer

y Super Ween planea por el claustro sombrío.

El polvo regresará a mi celda

y yo con la nariz amarilla 

rescataré ese mundo antiguo 

donde el agua limpia corría sobre la madera.

Lo reconozco, 

he vivido de mala manera,

entre las bragas de los bosques que sirven al recuerdo.

Estoy solo en la tiniebla

con el negro de ojos azules 

y las llamas del infierno en su mirada.