Teniente Colombo
el ano del portero se convierte en fajitas
hasta hacerse jalea
contra una pared de agua fría
en la sombra de un planeta imaginario.
Sobre las altas torres,
saco a dar un paseo
al cachorro astral
por detrás de un laberinto de buzones.
Mis manos pintan una cueva
oculta en el boscaje.
Entro en la partida,
irrelevante y ajeno al caso,
en sangrienta batalla decisiva,
sin poder ver los escalones
ni la médula del ser cuya espuma
se multiplica en la oscuridad,
cuando el teniente
tiene una pregunta más
y yo ninguna respuesta.
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