Micrófono primordial descendido del cuerpo
tus violetas llaman al timbre al filo del recuerdo
cuando fuiste mía y se inclinaban las colinas a golpe de besos
y temblaba la maceta de lavanda en el herbolario de las pupilas.
Ahora todo es distinto,
ya no vagamos entre dedos disecados
porque los cortinajes de la mano han empolvecido impregnando toda la estancia.
Sólo queda el recuerdo,
las tardes de vino dorado alentando el combate de tu falda perdida
para revelar aquella primitiva forma de emperatriz clamando mordiscos
y otros recuerdos que me torturan sin saber aún su desenlace,
oscilando de un lado a otro
como si fuera un dado lanzado por Emma,
oyendo el mar desde la arena.
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