Vuestro aceite de inmobiliaria
que se fuma en el compartimento
no mancha mi piel como una pesadilla
cuando andamos por el sol infinito
leyendo libros de botánica
y un cometa cruza la bóveda
rodeando el viejo sepulcro
iluminando las oscuras cavernas
de un condenado a muerte sin recuerdos
porque el césped es la memoria
lavada por la lluvia
quebrando el bajo astral
en esta casa sin calefacción ni gas
donde la lupa del infante es una correa de delirio
y la estrella se hace mantequilla en mi calzado negro
cuando preparo el desayuno
con un croissant bostezante
reptando sus patas por mi camisa
con las vías del tren enredadas en su cabello
levantando su falda poco a poco
alzándose al misterio
como un olvidado rayo
iluminándose en la nada.
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