He soñado otra vez con un sol de carne
fabricando en mi pensamiento
abismo de helado dulce
bajo un diluvio de huesos
empujándome a untar de nuevo
las yemas de las nubes
porque Emma posee dos cabezas
en esta noche lúcida
donde sólo hay cenizas
prendidas en los pantalones de arroz
con sus cremalleras en pantera rosa
que reducen la mejilla al frío carbón
sin una queja sin un grito
como un volcán mudo debajo de la tierra
clavando en el pecho de un cadáver
el escupitajo de una flor.
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