Lo veo caminar
por un templo de guardapolvos
donde el viento arranca sus dientes
hasta crear un eclipse de sol
llenando las bodegas de nubes
las oficinas cubiertas de hierba
con su fino bigote de arcilla.
López Vázquez
es una noche sangrada de árboles
un resplandor inesperado
de mirada huidiza
y sombrero silvestre
sobre el camino.
Su habitación nostálgica
posee cubrecamas y naftalina,
tiempo detenido, neblina
y el corazón atorado entre matojos.
En un recodo, algunos óleos inéditos
y en la pantalla, fresca arena horadada.
Sobre su frente una balandra en guerra
y la colonia de un tiempo perdido
prisionero en un jardín del olvido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario