La Isla Donde Nacen Rosas Y Muchachas Abandonadas


Peregrinación a Citera (Jean Antoine Watteau, 1717)



He construido un fuerte con las hojas que he encontrado,

fuera de él ando sin rumbo conocido.

Tal vez en la frontera de la niebla se acabe mi destino

y entre las ruinas abandone mi música 

para hacer el amor con la astronauta.

Mi muerte olerá a orina celeste en tu jardín.

Ascenderé la colina brumosa 

para escuchar a Emma pronunciar mi nombre.

Emma del paraíso;

tu cuerpo en algún azul más allá de la blanca torre,

vibrando en la orilla de las rosas húmedas,

rocío y neblina, sobre tu pelo llueven cascadas de pétalos.

El bosque es un telar lleno de esperanza;

los robles dorados cierran los ojos 

cuando mis labios caen al arroyo 

y tu corazón se desvanece en ondas turquesas.

El día comienza a declinar 

y debo regresar al fuerte con tus pies y tus nubes,

abandonándome al polvo y la sombra,

deseando retornar a la isla 

donde nacen rosas y muchachas abandonadas.





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