Veo la mano del diablo
poblando los cuellos del hombre
y sus dientes crujiendo entre llamas negras.
Los carniceros ríen tras de mí
cerrando una puerta de diamante,
mientras camino hacia una inmensa ola.
En la ventana de vulva dulce,
el niño ha muerto
como un perro apagado
y cada arruga de mi rostro
es un recuerdo de tus rosas.
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