HELADO DE DRÁCULA

 


Mi condena son los mocos del avestruz

colgados del árbol regado 

con sangre de piruleta,

helado de Drácula untado en sudor.

La soledad no tiene casa en la penumbra

y el pájaro enmudece 

cuando el Diablo tañe su guitarra

llena de raíces y espinas.

Los hijos de Baal se empinan

hirviendo labios sobre una puerta

de enhiestos senos violeta.

En el jardín de los cerezos 

no hay tambores,

sólo un hombre perdido y sin padre 

con su isla de garganta.




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