Unos dados mal dados
cayendo sobre los ojos de la trompeta
en el el bolsillo del templo lanzándose al vacío,
junto a las lágrimas que sufren en un cajón lleno de polvo,
una voz anhelante de ser oída,
cubierta por el moho, retorciéndose dentro del cajón,
el polvo se asienta sobre las palabras no escuchadas.
Y reflexiono sobre el suicidio,
no como rebeldía ni angustia,
sino como fin de una rutina molesta a los demás,
para adentrarse en espacios más profundos,
alejándose del bullicio y la prisa
por el camino donde los suicidas
ronronean su moto entre la niebla,
para aquellos que en el camino de la oscuridad encuentren una luz fecunda
y algo parecido a la paz
antes de la próxima encarnación.
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