Contemplo la soledad del loco
y la colilla de su cigarro retorciéndose como gusano ciego
en un jardín donde las estatuas cobran vida en la madrugada
y el viento danza entre ellas como un amante desesperado.
Los suspiros flotan como burbujas de pensamientos perdidos,
sin darme tiempo a crecer en un mundo áspero e incomprensible.
Ahora en el jardín de mi cabeza las palabras florecen como flores silenciosas
y un perro me sigue a todas partes
como si la nieve que piso fuera un pan milagroso
y la lejanía hacia la gente que pasa por mi lado un puente derruido e inútil.
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