Hubo un verano
cuando yo salía del naufragio
con la boca salada de ti
y los dos éramos espuma
como sonrisas recién lavadas
y aún creía en las mujeres
como nardos abriéndose a mi paso
porque yo era un toro de bruma
embistiendo las horas en gritos
entre tus pies nacarados
con su tierna porcelana al sol.

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