El helado respira lleno de voz
en el abanico de la nuca
y aunque el cielo de verano es limpio
escucho el chillido del autómata
en un frasco líquido.
No invoco a las ninfas
y sé que me esperabais en casa
arrojado a las bestias
pero soy un lobo bajo la lluvia
y he rallado los sombreros hasta hacer humaredas.
En la noche hay tambores
y ella está al final del laberinto
como una torre silenciosa
que sueña con el mar.
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