Cuando el viento sopla,
echo al mar mis labios
y todos los poemas se convierten en peces.
Soy un navegante desconocido
y mi faro es un árbol sin raíces,
perdido en la noche tórrida
frente a la estrella.
Estoy tranquilo,
renaciendo en cada rayo
de esta brisa fresca,
aún sabiendo que tu silla vacía
arde en las entrañas de un volcán.
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