La desgana de las corridas
cuando hay cuatro pies
y me tiembla el pulpo
en el asiento de los funerales
porque me acomodo con vestiduras de hielo
por la cueva helada de tu útero
coronada de hojas verdes
en el regazo de los espasmos
hasta diluirnos en un beso infinito
mientras mi pensamiento acaricia a Emma
sobre una nube distinta
y nosotros continuamos fingiendo jadeos
con silentes máscaras africanas.
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