EL CUELLO SIRVE PARA TEJER

 


El cuello sirve para tejer

los besos en la sombra los estantes de la nada 

donde descansan las cabezas en su naufragio

que miran para otro lado

cuando Oriente se dilata como una puta

esperando el día en que te mueras

y el cuello se parta por la risa 

con sorda y terca voluntad

de ser aniquilado.















SILURO

 


Por el agujero del culo

asoma un siluro 

por el agujero del culo 

asoma un siluro 

se lo ofrecí al Diablo 

y se lo fumó como un puro.












COMES CON LOS MUERTOS



La orina del horizonte se suicida en secreto 

rampando por el silencio 

donde pones la mesa y las faldas se levantan

porque Europa se muere se suicida

cuando llaman a orar en las mezquitas

pero tú aún sigues en tu mundo 

viendo Anillos de Oro y Curro Jiménez

y comes con los muertos mármoles partidos

junto al abuelo con la cazadora puesta

la bufanda un perro de yeso

y alguna risa que llega desde lo alto. 














SÉ QUE SON TINIEBLAS

 


Sé que son tinieblas porque te has muerto 

y el helado que lamo en tus mejillas

se ha derretido.

Sé que son tinieblas porque podrías 

hacer hablar a los pájaros 

sólo para oír su dolor. 

Sé que son tinieblas cuando el Diablo 

emerge de la niebla y le gano el pulso

en la agua fresca que desconoces.

















LA CRUZ QUE AMÉ

 


Cae la lluvia y la memoria 

las memorias perdón como excrementos contra el agua 

tú ya me comprendes cuando las pupilas te arden 

y te incendias con un recuerdo un rayo verde en el jarro 

mi querida hija de puta que se esconde en mi corazón 

la uva y la vena en mi cabellera perdida por el desagüe 

la sed en las noches de difícil manta

he perdido el viaje y las flautas en el fuego 

la vainilla su tormentosa luz tus pies dónde están tus pies 

tu boca palpitante atravesada por la cruz

que amé.















GÉLIDA

 


Recuerdo cuando en tu pecho desnudo

escribíamos un libro voraz e insaciable

y no conocías la soledad o los despojos 

iluminando los bares y las tabernas 

con tu cabeza refulgente coronada con hiedra y violetas 

ahora ya perdida en un palacio lejano 

llamándote desde un cajón

porque las espinas han crecido en tu lengua 

y un caballo ha comenzado a envejecer en tu boca

apagando aquellos fuegos fatuos 

cuando en la oscuridad se incendiaban los marfiles

arrebatándote la crema de la breva

y la flor abierta y tierna se fue cerrando como un buzo negro 

petrificando cada célula de tu sangre 

como una melodía gélida demasiado helada

para un niño como yo.